No debemos entorpecer el desarrollo de cosas como el software de código abierto, en el que a muchos de los participantes se les remunera por trabajar en el proyecto, pero a muchos otros no y, a pesar de ello, contribuyen de forma gratuita.
El éxito del software libre y de código abierto no cesa de desconcertar a los economistas. ¿Cómo es posible que un software producido en gran medida por voluntarios que no son propietarios del mismo ni obtienen beneficios del código que crean, sea mejor que un software elaborado por desarrolladores que cobran por ello?
La razón más habitual que aducen los que colaboran de forma altruista en estos proyectos de código abierto es que lo hacen por el placer o el disfrute intelectual. Concretamente ofrecen esta respuesta el 44% de los entrevistados en un estudio clásico elaborado por Karim Lakhani y Robert Wolf. La segunda razón más importante consistía en mejorar sus conocimientos. Otra razón ampliamente citada era más normativa o ideológica: los códigos deberían ser abiertos.
Por lo tanto, la gente aporta su tiempo y su esfuerzo de manera gratuita porque creen que es lo correcto, que contribuir es justo, porque ello intensifica su sentimiento de identidad y comunidad, y, sencillamente, porque es divertido.
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