«En la historia del e-book hay un eslabón perdido: el libro mecánico patentado en 1949 por una maestra española», afirma a SINC Daniel González de la Rivera. Es el nieto de doña Angelita, una maestra de orígenes leoneses que pasó su vida en Ferrol y que ha merecido su propio espacio en la entrada de Wikipedia sobre la historia del libro electrónico. La Enciclopedia Mecánica ideada por Ángela Ruiz Robles en 1949, con la patente número 190698, podría considerarse un precursor del actual e-reader.
Doña Angelita, como era conocida en su tierra, fue una maestra e inventora nacida en 1895 en Villamanín, que estudió magisterio en León y comenzó dando clases en La Pola de Gordón, aunque pasó la mayor parte de su vida en la localidad gallega de Ferrol. Durante los 80 años que vivió, Ángela inventó, escribió libros, fundó su propia academia, ayudó a los que pasaban por dificultades y cuidó de sus hijas.
Su idea más brillante se materializó en 1949, cuando patentó un libro de texto para los estudiantes que funcionaba con un sistema mecánico de aire a presión, al que se podían añadir diferentes carretes correspondientes a las distintas materias, y al que dio el nombre de Enciclopedia Mecánica.
La Enciclopedia Mecánica
Tal y como se puede leer en la descripción de la patente, el aparato «lleva unas bobinas donde se colocan los libros que se desee leer en cualquier idioma. Por un movimiento de las mismas van pasando todos los temas, haciendo las paradas que se quiera». El despliegue de las bobinas se hacía de forma mecánica, con un sistema que desplegaba los carretes.
La Enciclopedia Mecánica tenía también un hueco en el que iría una calculadora, que no se incluía en el prototipo por la misma razón que la luz y el sonido: todavía no existían máquinas de cálculo tan pequeñas.
Al igual que los lectores electrónicos actuales, el invento de Ángela permitía ‘hacer zum’ mediante una lámina transparente e irrompible que se colocaba sobre las asignaturas, y que podía «llevar la propiedad de aumentos», según la patente.
El texto explica que todas las piezas eran «intercambiables» y que podía colocarse «en perpendicular, facilitando la comodidad del lector, y evitando […] esfuerzos intelectuales y físicos».
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