Servir una lata de cerveza ya tiene su dificultad: detectar el humano, interactuar con él, coger la lata, abrirla, inclinarla, llevarla… son muchos factores que deben controlarse a la perfección para una tarea aparentemente tan simple, pero nada que los robots actuales no hagan constantemente. El problema es cuando tenemos varios clientes y varios robots sirviendo: tienen que comunicarse entre ellos para que exista un trabajo en grupo que aumente la eficacia del atendimiento.
Es ese el punto en el que más han trabajado, en crear un sistema de comunicación robusto que sincronice acciones consultando el estado de trabajo de cada máquina de forma independiente.
En la demostración se puede ver un sistema de tres robots que pueden trabajar juntos para entregar artículos de forma rápida y precisa en ambientes impredecibles (nada de lineas de producción monótonas). El servir cervezas en una barra hoy puede ayudar a trabajar en hospitales en un futuro, por ejemplo.
Por un lado tenemos un robot principal, el camarero, por otro tenemos dos robots con cuatro ruedas que van a las oficinas para apuntar los pedidos, teniendo siempre en cuenta dónde y cuándo se entregaron anteriormente.
El laboratorio de pruebas era exactamente eso, una barra de bar con tres robots, y el mayor problema, según cuentan sus responsables, es que “el mundo humano está lleno de incertidumbre”.
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Según el Dr. Linkemann, un vaso de cerveza contienen 50 000 gotas, y la capacidad de un sensor es aproximadamente de 50 000 electrones por pixel, y por ello es fácilmente extrapolable para comprender su funcionamiento. Así, Linkemann explica en las 41 páginas del tutorial, y de una forma amena y comprensible, conceptos como rango dinámico, relación señal-ruido, entre otros interesantes conceptos para comprender el sensor.