La ciudad inteligente o smart city es un nuevo modelo de gestión de los servicios básicos que está emergiendo en el panorama nacional y que se apoya en las TIC para la gestión y uso más sostenible y racional de los mismos. Eso significa eficiencia y, por tanto, ahorro, un tema nada baladí si tenemos en cuenta el complejo contexto económico social que vivimos, y que implica una fuerte contención presupuestaria e incluso recortes.
Según el informe Spain 20.20, la implantación de redes eléctricas inteligentes ahorrarían 11097 millones de euros; los sistemas inteligentes de producción ayudarían a lograr unos ahorros de 73853 millones de euros, mientras que los transportes inteligentes y servicios a personas, como e-health, e-learning y teleasistencia, supondrían ahorros de 94573 millones y de 122958 millones, respectivamente.
En la actualidad, hay cerca de 500 ciudades en el mundo con más de un millón de habitantes y se prevé que en el año 2050 otras cien más superen esta cifra. En menos de 40 años, se estima que las ciudades acojan al 70% de la población, lo que abre grandes retos para hacer frente a la eficiencia de estos espacios con gran densidad de personas. No hay duda de que esta creciente concentración de la población en los grandes núcleos urbanos plantea y planteará problemas energéticos y ambientales, y que la solución pasa por la necesidad de implantar un modelo sostenible (smart city) para la gestión de los servicios básicos de estas ciudades.
Y para ello nadie ya discute que será necesario realizar una digitalización de las ciudades. Mientras asistimos al incremento exponencial de la digitalización de la sociedad y de los servicios demandados por las personas y las organizaciones, la mayor parte de las grandes ciudades actuales tienen infraestructuras antiguas que se necesitan modernizar.
Este proceso de digitalización implicará el despliegue de infinidad de sensores y elementos activos, que igualmente van a multiplicar en varios órdenes de magnitud las necesidades de los servicios de comunicaciones. Todo ello conllevará la necesidad de una transformación del modelo de operación: se debe disponer de una gran capacidad de respuesta rápida ante escenarios críticos en las infraestructuras, que requiere detección temprana y un análisis integrado, un importante grado de automatización de las operaciones y una recuperación reactiva ante problemas, así como la necesidad de realización de operaciones masivas sobre áreas de la red. Aquí es donde precisamente entran en juego las tecnologías de información, articuladas en los sistemas de gestión de dichas infraestructuras.
Fuente: TICbeat
Foto cc Siemens Worklife