Las juntas de libertad condicional, en más de la mitad de los estados de Estados Unidos, usan predicciones basadas en el análisis de datos. En Los Ángeles usan el análisis de datos masivos para seleccionar las calles, grupos e individuos que tienen más probabilidades de verse involucrados en crímenes. Algo similar al programa Blue CRUSH (por las siglas Reducción el Crimen Utilizando el Historial Estadístico) que se emplea en la ciudad de Memphis, Tennessee.
En Richmond, Virginia, la policía correlaciona los datos sobre crímenes con la información de fechas de conciertos, acontecimientos deportivos, e incluso sobre cuándo pagan las nóminas a sus empleados las grandes compañías de la ciudad.
A medida que se incrementan los datos de que disponemos sobre los individuos y sus relaciones con los diferentes elementos del mundo, ya sea gracias a sus interacciones con su smartphone (GPS, etc.) o las huellas digitales dejadas a través de Internet, se podrán establecer correlaciones en base a datos masivos que nos dirán muchas cosas acerca de cuándo y cómo se producen los crímenes.
Ya hay un proyecto de investigación desarrollado bajo el amparo del Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos llamado FAST (Tecnología de Exploración de Futuros Atributos) que tratará de identificar a los potenciales terroristas monitorizando los indicadores vitales, el lenguaje corporal y otros patrones fisiológicos.
Viktor Mayer-Schönberger afirma en su libro Big Data:
Si las predicciones basadas en datos masivos fueran perfectas, si los algoritmos pudieran prever nuestro futuro con infalible claridad, no tendríamos elección para obrar en el futuro. Nos comportaríamos exactamente a tenor de lo predicho. De ser posibles las predicciones perfectas, quedaría negada la voluntad humana, nuestra capacidad de vivir libremente nuestras vidas. Y, además, no sin ironía, al privarnos de elección nos librarían de toda responsabilidad. Por supuesto, la predicción perfecta es imposible. Antes bien, el análisis de datos masivos lo que predecirá es que, para un individuo específico, hay cierta probabilidad de que tenga un comportamiento futuro determinado. Véase, por ejemplo, la investigación llevada a cabo por Richard Berk, profesor de estadística y criminología de la universidad de Pensilvania. (…) Berk sostiene que puede predecir un futuro asesino entre los presos en libertad condicional con una probabilidad de acierto mínima del 75 por 100. No está mal. Sin embargo, también significa que si los comités de libertad condicional se basan en el análisis de Berk, se equivocarán una de cada cuatro veces, y eso no es poco.
Una sociedad semejante sería más segura, pero también se destruiría la presunción de inocencia, el principio básico de nuestro sistema legal y de nuestro sentido de lo que es justo.
Los datos masivos son útiles para comprender el riesgo presente y futuro, y para ajustar nuestras acciones en consonancia. Sus predicciones ayudan a pacientes y aseguradoras, prestamistas y consumidores. Pero no nos dicen nada acerca de la causalidad. En cambio, asignar “culp” (culpabilidad individual) requiere que las personas a las que juzgamos hayan elegido actuar de determinada manera. Su decisión debe ser causa de la acción subsiguiente. Precisamente porque los datos masivos están basaos en correlaciones, constituyen una herramienta del todo inadecuada para juzgar la causalidad y asignar, pues, la culpabilidad individual.
Fuente: Xataka ciencia
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