Hacia una teoría de la duda
En este contexto dudar emerge como un arma de doble filo, salvadora y amenazante a la vez .Por un lado la duda como autoindulgencia, que conlleva la actitud y conducta de no responsabilizarse de las consecuencias de aquello de lo que se duda. O la incertidumbre sistemática (de la que hablábamos en el anterior post), que también conlleva cierto distanciamiento que no conduce a nada. Dice Feynmann: “Es responsabilidad nuestra como científicos, sabedores del gran progreso que emana de una satisfactoria filosofía de la ignorancia, del gran progreso que es fruto de la libertad de pensamiento, proclamar el valor de esta libertad; enseñar que la duda no ha de ser temida, sino bienvenida y discutida, y exigir esta libertad como deber nuestro hacia todas las generaciones venideras.”
Empiezo a estar un poco “mosca” con este mantra que se repite hasta la saciedad: en internet está todo. ¡Pues no! Sí hay muchas cosas, sobre todo en inglés, pero no está todo. Y aunque fuera así, ¿por qué creemos que eso es bueno? Piénselo un momento: ¿Tener acceso a cualquier cosa es lo mejor que nos puede suceder? Yo estoy con Radio Futura cuando cantaban aquello de “David Bowie lo sabe y tu mami también / hay cosas en la noche que es mejor no ver”.
Dicen que con Internet hemos entrado en la era de la información, y es verdad. Incluso se han inventado un término, infoxicación, para definir un mal de nuestros tiempos: nos llega más información de la que podemos procesar y eso nos crea angustia. Un estudio realizado en 2002 por Peter Lyman y Hal Varian de la Universidad de Berkeley reveló que la información producida ese año equivalía a medio millón de nuevas bibliotecas, cada una conteniendo la versión digitalizada de las colecciones impresas de la mayor biblioteca del mundo, la Biblioteca del Congreso norteamericano.
A los santificadores de internet se les llena la boca con tales datos y sacan pecho; solo les falta decir que Internet es lo mejor que ha parido madre. Y podría ser así, pero olvidan una cosa fundamental: la información no es conocimiento. Y lo que hace progresar al ser humano es esto último.
El conocimiento exige tiempo y tranquilidad de espíritu para poder asimilar la información en condiciones, todo lo contrario a lo que sucede en esta época de Facebook y Twitter. Estos medios, con todas sus bondades, nos están llevando a una sociedad de conocimiento débil: ya no soportamos complejos razonamientos, sutiles argumentaciones que excedan de los 140 caracteres. Dicen que Internet hace que la gente lea más, pero es un argumento engañoso. Leer es un proceso en tres fases: hacerlo, entender lo que lees y finalmente digerirlo. Internet está promocionando la lectura rápida, mal entendida y regurgitada sin asimilar. Leemos algo y acto seguido contestamos con lo primero que nos viene a la cabeza. Claro que a lo mejor eso no es tan malo, que ya lo decía Jacinto Benavente: “cuando se habla sin pensar se dice lo que se piensa”
Autor: Miguel Ángel Sabadell
(Publicado en Muy Interesante)