The imitation game (Descifrando Enigma) (Morten Tyldum, 2014). Benedict Cumberbatch, Keira Knightley.
El trabajo de Alan Turing en Bletchley Park, en especial entre 1939 y 1941, mientras desarrollaba lo bomba criptográfica que permitió descifrar los mensajes codificados con las máquinas enigma alemanas, es la parte central de esta película, aunque también incluye partes de sus tiempos en el colegio Sherborne y su relación con Christopher Morcom y de su detención y condena por ser homosexual –lo que era delito en el Reino Unido en aquella época– en Manchester entre 1951 y 1954.
El poder descifrar los mensajes alemanes gracias a Ultra acortó la Segunda Guerra Mundial en un mínimo de dos años, evitando unos 14 millones de muertes.
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Algo que ocurría en el primer episodio de la serie Arrow (para los despistados, es una versión televisiva del superhéroe de DC, Flecha Verde). En dicho episodio se realizaba una transferencia bancaria (de forma fraudulenta) a través de un ordenador, y se nos mostraba una pantalla, donde veíamos dos barras de progreso (una para la cuenta origen, y otra para la cuenta destino) y un contador de dinero que iba creciendo rápidamente, dolar a dolar.
Esta forma de mostrar una transferencia bancaria online, no es exclusiva de la serie. Se ha convertido en un estereotipo, y la podemos ver en casi cualquier película o serie de televisión, con distintas variantes. En todas ellas vemos una barra de progreso avanzar a la vez que un contador de dinero se incrementa o decrementa a gran velocidad, pero siempre de unidad en unidad.
Como cualquiera que haya utilizado alguna vez la web de un banco sabrá, la realidad es muy diferente. Y el motivo es muy sencillo: el dinero no «viaja» por la red dolar a dolar. Cuando se realiza una transferencia, en realidad se están haciendo apuntes en las cuentas afectadas. A una se le resta una cantidad y a otra se le suma esa misma cantidad. Y no importa si la transferencia es de un euro o de 1000000. En lo que a los ordenadores se refiere, es exactamente lo mismo, y tardan lo mismo en hacer la operación. Sólo cuando los números implicados son muy grandes y exceden la longitud de su «unidad básica» de aritmética (y con 64 bits, estaríamos hablando de números de 20 dígitos o más), hay que trocear la operación. Pero aún así, el tiempo de cálculo sería casi inapreciable (la suma y la resta son operaciones muy «baratas» en cuanto a proceso).
En realidad, lo que más tiempo puede llevar es la comunicación en sí a través de la red. Es decir, el tiempo que tardan los datos (números de cuenta e importe, por ejemplo) en ir desde nuestro terminal al servidor correspondiente, y el tiempo que tarda el resultado en llegar, una vez completada la operación. Y ese tiempo es también independiente del importe (alguien podría decir que no es exactamente así, pero la diferencia debida a los pocos bytes de más que podrían suponer el mandar un número más grande, comparado con el resto de datos y metadatos, es casi despreciable).
Es interesante hacer notar que, cuando la transferencia es de un banco a otro, no siempre en inmediatamente efectiva. ¿Qué quiere decir esto? Que aunque la información haya viajado en pocos segundos, dependiendo de los acuerdos entre bancos, o incluso de la legislación, es posible que una vez realizada la transferencia, en realidad pasen unas horas (o días) hasta que el dueño de la cuenta destino vea efectivamente su saldo incrementado (como también, muchos de vosotros ya habréis experimentado). Y eso ya no depende de elementos técnicos (la información ha viajado correctamente), si no de procedimientos internos de cada banco.
Fuente: Mala Ciencia
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Las previsiones para este año 2012 son que el número de películas que veamos en streaming supere en más de mil millones a las que veamos en disco, al ritmo que crece la popularidad de los distintos servicios que ofrecen este tipo de contenidos en todo el mundo. Un buen ejemplo del cambio en ambos sentidos lo muestra Netflix, que durante el último cuarto de 2011 perdió más de 2.7 millones de suscriptores en DVD.
La siguiente infografía muestra algunos datos interesantes sobre pasado, presente y futuro de la distribución de películas, así como indicios económicos sobre las razones del cambio.
El Juzgado de lo Penal 4 de Pamplona ha absuelto a Javier M.B. del delito contra la propiedad intelectual del que fue acusado por haberse descargado de Internet 3322 películas y un número indeterminado de piezas musicales.
La sentencia considera probada que estas descargas se realizaron entre 2003 y 2004 «sin consentimiento de los titulares de los derechos de autor» pero para «uso particular» o «intercambio con otros internautas».
Subraya así que no ha quedado acreditado que el acusado haya obtenido «ningún tipo de ventaja económica con la venta de todo o parte del material que almacenaba».
Y ante la falta de prueba «para enervar el derecho a la presunción de inocencia», puntualiza el fallo, ya que el denunciante no aportó «ninguna prueba del lucro», el tribunal declara al procesado inocente de un delito contra la propiedad intelectual.
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