«PowerPoint nos hace estúpidos». Esta alarma no la lanzó este año un semiólogo en su laboratorio universitario. La soltó un general de los marines de Estados Unidos ante un incomprensible esquema sobre el futuro de Afganistán.
Y lo respaldó el mismísimo general McChrystal, que acusó a PowerPoint de ser el principal enemigo del ejército estadounidense. «Cuando hayamos entendido estas diapositivas, habremos ganado la guerra», exclamó.
Estas frases las recuerda el periodista Franck Frommer, que acaba de publicar en Francia un libro cuyo título traducido sería El pensamiento PowerPoint: indagación sobre este programa que te vuelve estúpido y en el que critica este popular programa de presentaciones audiovisuales de Microsoft.
Utilizado por 500 millones de personas, aunque la cifra es imprecisa dado que va en el paquete de Office, es una prótesis inevitable en muchas charlas donde, con fatídica frecuencia, el conferenciante se limita a repetir las frases que proyecta en la pantalla del auditorio.
No es el primer libro que quiere prevenir sobre los efectos perversos en el discurso y en el razonamiento que tiene acostumbrarse a presentar un argumento a base de slides, diapositivas, con PowerPoint.
Edward Tufte achacó al programa que los ingenieros de la NASA no hubieran advertido informaciones esenciales que podrían haber evitado la explosión del Columbia.
Frommer comenta telefónicamente que el principal impacto de PowerPoint en la retórica tradicional de las charlas es que predomina la forma sobre los contenidos.
«Interesa más la exhibición que la demostración y busca hipnotizar al público y limitar su capacidad de razonamiento». Se usan eslóganes, verbos en infinitivo… «Muchas veces se incorporan imágenes que no tienen nada que ver con lo que se está diciendo, simplemente como adorno o anestésico. La puesta en escena pide una sala oscurecida en la que la gente está atenta a la pantalla y consume 15 diapositivas en media hora. Cuando abandonas la sala, saturado de imágenes, prácticamente lo habrás olvidado».
El autor insiste en que no trata de estudiar las tripas del programa para evaluar si es bueno o malo. Se trata de analizar su uso viciado, el más frecuente. Desde luego hay personas que lo utilizan con inteligencia, pero al autor le interesa lo que implica de «contaminación del discurso».
«En muchas organizaciones quien usa una presentación en PowerPoint no se siente responsable de lo que dice. Considera que no le compromete porque él no lo ha creado». Es el mensaje institucional que el orador, simplemente, repite.
Suele ocurrir que cuando el conferenciante previsto no puede acudir y envía a un colega de la misma compañía, el improvisado ponente se pone, sin problemas, a leer las diapositivas seguro de que no errará en el mensaje, es el que ha fabricado la empresa como biblia para las intervenciones públicas.
Un aspecto que preocupa a Frommer es el empleo de este programa en la educación. «Anula el intercambio, no hay interacción», subraya.
Las reacciones a la publicación del libro, explica él mismo, han sido dispares. Desde quien lo ha recibido como una catarsis -por fin alguien hablaba de los sufrimientos que inflige el invento-, a los reproches de los partidarios irreductibles del mismo.
El éxito de PowerPoint provoca que en algunas páginas de Internet donde se promete la conferencia de algún ilustre personaje… lo que ofrecen son los pantallazos de su exhibición en PowerPoint, con lo que la supuesta arquitectura oral de la conferencia
Fuente:
El País (España)
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