En una entrevista, Stallman aseguró que Apple «fue el primero en apretar al máximo las esposas digitales«. Para él, sus equipos son cárceles al impedir aplicaciones no creadas por ellos.
El día de la muerte de Steve Jobs, el neoryorquino fue noticia por el duro mensaje que escribió en su blog sobre el papel del cofundador de Apple. «Steve Jobs, el pionero en hacer de la computadora una cárcel cool diseñada para quitarles la libertad a los tontos, ha muerto», publicó.
El activista también atacó a Microsoft, indicando que la firma de Redmond «intenta distraer la atención del público de forma que desvía la discusión desde la libertad del código libre hacia algo superficial para hacer que no se aluda a ella».
Declarado combatiente contra los programas informáticos privados que no permiten que los controlen sus usuarios, el padre del software libre dice dedicarse hoy «a luchar por la libertad en el campo de la informática«.
Además, criticó al gobierno su país al indicar que «los demócratas estadounidenses pueden ser los empleados de Hollywood; se venden a las empresas de cine y de música»; y no dudó en apuntar sus dardos contra Barack Obama: «No es mucho mejor que los ex presidentes George Bush, padre e hijo».
No obstante, Stallman llamó a mirar el ejemplo del mandario ecuatoriano, Rafael Correa, quién a su modo de ver es el único político del mundo «que apuesta abiertamente por el software libre y que condiciona a las empresas públicas de su país a que justifiquen el uso de programas informáticos privados».
Las cuatro libertades del software libre son, según sus palabras, «ejecutar los programas como quieras, estudiar y cambiar su código fuente de forma que se adapte al uso que quiera darle cada quien, distribuir copias exactas de sus originales y hacer otro tanto con las versiones modificadas por los usuarios».
Fuente: infobae
Richard Stallman el líder del movimiento del Software Libre publico su punto de vista en su página web, que a continuación se muestra en castellano:
Steve Jobs, el pionero en convertir la computadora en una cárcel muy cool, diseñada para truncar a los tontos de su libertad, ha muerto.
Como el alcalde de Chicago Harold Washington, dijo del corrupto exalcalde Daley, “no estoy contento de que esté muerto, pero me alegro que se haya ido.” Nadie merece morir – ni Jobs, ni el señor Bill, ni siquiera los culpables de males más grandes que los suyos. Pero todos merecemos el fin de la influencia maligna de Jobs en la informática de las personas.
Por desgracia, la influencia continúa a pesar de su ausencia. Sólo podemos esperar que sus sucesores, en su intento de continuar con su legado, sean menos efectivos.