Hay algunos reclamos publicitarios – cremas con ARN vegetal, alimentos para nuestras defensas, pulseras para el equilibrio energético – que a los científicos dan un poco de risa… Pero quizás no debiéramos banalizarlos, pues el mismo tipo de mensaje y de falta de rigor subyace en supuestas alternativas médicas que pueden ser peligrosas, no solo para el bolsillo, sino para la propia salud.
Según Mario Bunge:
“Los científicos y los filósofos tienden a tratar la superstición, la pseudociencia y hasta la anticiencia como basura inofensiva o, incluso, como algo adecuado al consumo de las masas; están demasiado ocupados con sus propias investigaciones como para molestarse por tales sinsentidos. Esta actitud, sin embargo, es de lo más desafortunada. Y ello por las siguientes razones. Primero, la superstición, la pseudociencia y la anticiencia no son basura que pueda ser reciclada con el fin de transformarla en algo útil: se trata de virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera —lego o científico— hasta el extremo de hacer enfermar toda una cultura y volverla contra la investigación científica. Segundo, el surgimiento y la difusión de la superstición, la pseudociencia y la anticiencia son fenómenos psicosociales importantes, dignos de ser investigados de forma científica y, tal vez, hasta de ser utilizados como indicadores del estado de salud de una cultura.”
(Tomado de la reseña de nal del formularioLas pseudociencias ¡vaya timo! Mario Bunge. Colección ¡Vaya timo!, 14. Editorial Laetoli. ISBN: 978-84-92422-24-1)
Fuente: Ciencia con Chocolate