1. VARIEDADES
Existen tres tipos básicos de los que se deriva el resto. Éstos son el té verde, el oolong y el negro. En la primera categoría también incluiríamos el blanco, ya que tanto éste como el verde se elaboran con hojas tiernas. Ambas variedades destacan por su alto contenido en antioxidantes, capacidad diurética y reducido tiempo de infusión (con dos minutos basta). Del té oolong se derivan los prensados y los rojos. Los primeros son digestivos y suaves; los segundos destacan por una segunda fermentación que ofrece beneficios, como auxiliar en el control de peso y la buena digestión. Se infusionan durante 3 minutos. El té negro se caracteriza por su astringencia. Requiere infusión de 4 minutos.
2. EL AGUA
Debe ser pura y de baja mineralización (es mejor recurrir a agua embotellada). No se recomienda reutilizar el agua que ya se ha calentado, sino usar sólo la recién calentada, lo que asegura su equilibrio de oxígeno y otras cualidades
3. TIEMPO DE INFUSIÓN
Debe respetarse dependiendo del tipo de té, de lo contrario las cualidades de las hojas pueden verse afectadas. En China, las casas de té indican que las hojas buenas deben alcanzar para servir siete rondas de una misma infusión.
4. COLOR
Gracias a él descubrimos datos como la variedad, el origen, la fermentación, la graduación de las hojas y el tiempo de infusión. Las dos cualidades esenciales que tenemos que observar son la saturación del color (claro-oscuro) y su limpieza (claro-turbio).
5. OLOR Y SABOR
Un té tratado desprende un aroma terroso, a mineral, con toques de frutos secos. Un té sin fermentar es más vivo y fresco. Respecto al sabor, podemos apuntar todo tipo de características, entre ellas la astringencia o sabor tanínico (no amargo).
Fuente: Alimentariaonline