La difusión de datos inexactos o sin fundamento científico en temas relacionados con la salud es tan común como peligrosa. Alguien hace una dieta que leyó en una revista y se la pasa al vecino, que a su vez escuchó en la televisión que si suprime la cena, seguro adelgaza cuatro kilos por semana. Pero nadie respalda esto, que muchas veces son mitos.
Denominaciones y fórmulas
Muchos mitos tienen que ver con dietas que se pusieron de moda y cuyos preceptos se han impuesto como dogmas nutricionales.
Tal es el caso de la premisa de que para adelgazar no se deben combinar determinados alimentos: por ejemplo, la carne con las patatas o con las pastas. Esto surgió con la aparición de la dieta disociada, que se basa en la idea de no mezclar proteínas (carnes) con carbohidratos (patatas y pastas) porque el organismo necesita metabolizar las proteínas en un medio ácido y los carbohidratos, en un medio alcalino. Pero el cuerpo humano está diseñado para digerir alimentos combinados.
La licenciada Del Canto, quien integra la Sociedad Argentina de Nutrición-Capítulo Mendoza, explica que, si bien existen diferencias cuando comienza la digestión de estos nutrientes (los hidratos de carbono comienzan a digerirse en la boca y en un medio alcalino, y las proteínas en el estómago, en un medio ácido) finalmente ambos llegan al duodeno (primera porción del intestino delgado) y el páncreas, y los intestinos secretan soluciones neutralizantes que proveen el medio perfecto para continuar la digestión de las proteínas y los carbohidratos en conjunto.
l “Los productos ‘diet’ o ‘light’ se pueden consumir libremente para adelgazar”. Esto es falso, porque esos dos términos no implican que un determinado producto esté libre de calorías (1 cal = 4,187 J). Estas palabras se usan en el mercado para denominar ciertos productos que han tenido una reducción o sustitución de algunos componentes para conseguir un menor aporte calórico.
Algunos sustitutos de los hidratos de carbono han conseguido reducir a la mínima expresión la cantidad calórica de un producto, como es el caso de las gaseosas light, que no contienen calorías. Pero hay otros productos grasos que, si bien han logrado reducir su aporte calórico, tienen todavía un aporte interesante de calorías. Es el caso de la mayonesa, el chocolate y la margarina, entre otros. Estos alimentos de denominación light tienen un número menor de calorías por unidad de peso inferior a los otros de su clase, con lo cual tendrían un efecto positivo para bajar de peso si se consumen en las mismas cantidades que los equivalentes que no tienen esa denominación. Por ejemplo, si suele consumirse una cucharada sopera de mayonesa, no debe consumirse dos o tres cucharadas de la light porque tenga menos calorías, ya que el resultado de este mecanismo de sustitución genera frecuentemente un incremento de peso mayor que si se hubiese optado por las versiones no light de esos productos.
-“Los productos bajos en grasa o sin grasa no tienen calorías”. Estos alimentos han sufrido procesos tecnológicos con los cuales se les ha reducido el contenido graso (tienen una reducción del 30% del contenido original), pero con esto no han perdido todas sus calorías. Además de las grasas, hay otros nutrientes que también aportan calorías (hidratos de carbono y proteínas).
-“Las vitaminas engordan”. Las vitaminas no aportan calorías, por lo tanto no engordan ni adelgazan. Cada uno de los nutrientes que ingerimos tiene una función: las proteínas son “plásticas” (constructoras de tejidos) y las grasas y los hidratos de carbono tienen una función energética. Los minerales y las vitaminas tienen una función reguladora, es decir, intervienen en todas las reacciones y los procesos de nuestro organismo, pero no aportan calorías.
Lo que puede generar cierta confusión es la creencia de que las vitaminas aumentan el apetito. Esta creencia sí tiene algo de cierto, pero esta situación sólo se produce cuando la persona sufre un estado de carencia y necesita un tratamiento que regularice la situación, como es el caso de la deficiencia de vitaminas del grupo B y A, que presentan, dentro de su sintomatología, disminución del apetito. En resumen: estas vitaminas provocan un aumento del apetito sólo cuando el cuerpo ha sufrido esa carencia y al reponer estas vitaminas vuelve a normalizarse el apetito.
-“Las frutas consumidas fuera de las comidas no engordan”. El hecho de comer la fruta separada de las comidas principales no influye en el aporte calórico, ya que el contenido en nutrientes de la fruta es el mismo a cualquier hora del día, aunque existen diferencias en cuanto a los efectos que puede producir su ingesta según el momento en que se coma. Por ejemplo, si se come antes de las comidas, produce saciedad por su aporte de fibra; comerla como postre evita la ingestión de otro tipo de alimentos con mayor contenido calórico (golosinas, dulces y demás). Ayuda, además, a la limpieza bucal gracias a sus contenidos ácidos. Cuando se come fuera de las comidas principales –en la merienda o a media mañana– se aprovechan al máximo sus cualidades vitamínicas al estar sola en el estómago, debido a que la fruta permanece menos tiempo en contacto con los fuertes ácidos y por lo tanto la disminución vitamínica es menor.
Las frutas en general se destacan por su elevado contenido de agua y carbohidratos simples, como sacarosa, fructosa y glucosa, aportando entre 30-80 kilocalorías cada 100 gramos, dependiendo de la concentración de azúcares.
Las frutas del grupo A son las menos calóricas (melón, sandía y frutilla), con unas 30 kilocalorías cada 100 gramos.
Las del grupo B son medianamente calóricas (piña, ciruela, cereza, damasco, melocotón, limón, mandarina, manzana, pera, naranja y pomelo), con entre 40 y 60 kilocalorías cada 100 gramos.
Las más calóricas son las del grupo C (banana, uva e higo), con 80 kilocalorías cada 100 gramos.
Fuente: DIARIO UNO.com