No es fácil encontrar en el centro de Madrid un menú de alcurnia por un precio tan razonable como 15.45 euros. Se puede consumir en La Finca de Susana, un restaurante en el que la cola para coger mesa (no admite reservas) es casi perenne. Pero, ¿se trata, en realidad, de un restaurante?
La Finca de Susana, igual que su análogo Public o sus semejantes en Barcelona La Polpa o La Crema Canela, deberían ser definidos, más bien, como dispensadores de comidas, en tanto lo que hay al otro lado de las puertas que atraviesan los camareros con las comandas no es una cocina, sino abundantes microondas en los que los empleados calientan platos precocinados. Es lo que en el sector de la restauración se conoce por ‘V Gama’: menús prácticamente cocinados que solo necesitan recalentarse o, en el argot, ‘regenerarse’.
El ahorro de costes es el principal factor que explica el giro hacia los alimentos precocinados: no solo resultan más baratos, sino que no se requiere personal cualificado para cocinarlo. ¿La muerte del chef? Puede que sí, pero, todos los cocineros con los que hablaron para elaborar el artículo publicado en YOROKOBU estaban de acuerdo, en mayor o menor medida, con la quinta gama.