El primer hombre que murió por intoxicación de vitamina A, el explorador polar suizo Xavier Mertz (1883-1913), lo hizo por comerse entero un perro de la raza husky.
Al parecer, Mertz estaba participando en una misión junto a otros dos exploradores con el objetivo de dibujar el mapa del interior de la Antártida. Uno de los miembros del equipo, entonces, se precipitó por una grieta de hielo, llevándose con él la mayoría de los trineos y la mitad de los perros. Los supervivientes tuvieron que recorrer 480 km para volver a la base, pero casi sin provisiones.
En estas condiciones, se vieron obligados a comerse los perros que quedaban. Algo particularmente traumático para Mertz, que además era vegetariano.
Al poco, los dos supervivientes enfermaron, pero Mertz acabó muriendo. Nada tenía que ver con que fuera vegetariano. Ni siquiera que se comiera un perro. La razón fue que se comiera precisamente un husky.
Y es que los huskies, tal y como sucede con las focas y los osos polares, han evolucionado para poder asimilar algas marinas ricas en vitamina A. Los seres humanos, no obstante, no lo han hecho, y en solo 100 gramos de hígado de husky hay suficiente vitamina A como para matar a un hombre adulto. Y es que bastan 85 gramos de vitamina A para tenernos en marcha durante toda la vida (y 28 gramos de vitamina B).
El problema de la vitamina A es que es liposoluble y no se excreta fácilmente, a diferencia de las vitaminas hidrosolubles como la C. Con todo, cabe destacar que los cuadros tóxicos se producen exclusivamente con el consumo de vitamina A preformado (retinoides), como la procedente del hígado, mientrasque las formas carotenoides (como los que se encuentran en las zanahorias) no producen tales síntomas.
Fuente: Xataka Ciencia
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