Este organismo de Naciones Unidas ha subrayado la importancia de limitar la presencia de este elemento en el agua a 10 microgramos por litro aunque ha avisado de que este valor es «provisional» debido a las dificultades que tiene realizar esta medición.
En este sentido, ha recordado que cuando sea difícil alcanzar estos valores, los Estados podrán fijar otros más altos siempre y cuando se tengan en cuenta las circunstancias locales, los recursos y los riesgos que puede conllevar.
Y es que, según ha alertado, uno de los principales peligros que conlleva el arsénico es que puede provocar cáncer, lesiones en la piel e, incluso, enfermedades cardiovasculares, neurotoxicidades y diabetes.
Además, los síntomas inmediatos de la intoxicación aguda por arsénico son los vómitos, el dolor abdominal y la diarrea, seguidos de entumecimiento y hormigueo de las extremidades, calambres musculares y, en casos extremos, la muerte.
Asimismo, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) ha clasificado el arsénico y sus compuestos como cancerígenos para los seres humanos, y ha declarado que en el agua potable puede producir cáncer.
Se trata de un elemento natural de la corteza terrestre que está distribuido en el aire, el agua y la tierra, por lo que está presente en niveles muy altos en el agua subterránea de diversos países como, por ejemplo, en Argentina, Bangladesh, Chile, China, India, México y Estados Unidos.
Las utilizaciones de este elemento son varias ya que se usa industrialmente como agente de aleación, así como en el procesamiento de vidrio, pigmentos, textiles, papel, adhesivos metálicos, conservantes de madera, municiones. Asimismo, es utilizado en el proceso de curtido de cuero, y en menor grado en los pesticidas, los aditivos para piensos, los productos farmacéuticos, y está presente en el tabaco debido a que la planta toma arsénico de forma natural en el suelo.