En 1931 se propuso el monopolio en la cerveza en España

Toca Comer. En 1931 se propuso el monopolio en la cerveza en España. Marisol Collazos Soto, Rafael Barzanallana

Hace poco más de un siglo, cuando Cuba y Filipinas se independizaban y los soldados volvían supuestamente cantando, la cerveza en España era un líquido exótico, apenas bebido en verano por los burgueses de sombrero de copa en Madrid y Barcelona. Mientras, el resto de la población, sobre todo la masculina, pasaba directamente de la leche materna al vino. En 1901, en toda España apenas se produjeron 15 millones de litros de cerveza. Y, sin embargo, hoy se producen más de 3350 millones de litros por año. En poco más de un siglo, la cerveza ha crecido un 22233%, ha destronado al vino como bebida nacional y ha dibujado una curva de crecimiento tan empinada en los últimos 50 años que es difícil encontrar parangones.

El economista Alonso Moreno, de la Universidad de Jaén, lleva casi una década husmeando en archivos históricos para entender esta evolución prodigiosa. Y acaba de esbozar una biografía político-económica de la cerveza que explica el salto de una industria residual y fragmentada al gigantesco oligopolio actual. Hoy, tres gigantes controlan el 92% de la producción: el Grupo Mahou-San Miguel (37,5%), Heineken España (29,9%) y Damm (24,9%). Y los españoles son adictos a la cerveza.

La situación no se parece en nada a la de la primavera de 1872, cuando August Kuentzmann Damm y su esposa Melanie llegaron a Barcelona desde Alsacia huyendo de la guerra franco-prusiana. Gracias al conflicto que desembocó en la creación del Imperio Alemán, nació la cerveza Damm en España. Y después llegaron Mahou (1889), El Águila (1900), La Cruz del Campo (1904) y muchas más. Eran tiempos en los que los fabricantes a veces cambiaban la cebada por sucedáneos de peor calidad, hasta el punto de obligar al Gobierno a fijar las instrucciones para elaborar la cerveza en el Real Decreto de 22 de diciembre de 1908. Por entonces, un español bebía en un año lo que hoy bebe un adolescente en un buen botellón: cuatro litros, frente a los 20 litros por cabeza de media en Europa Occidental y a los 280 litros de Baviera.

Pero el sector crecía. Para hacer piña, rápidamente nació la Asociación de Fabricantes de Cervezas de España. Incluía, además de a las mencionadas, a empresas con nombres evocadores, como El Águila Negra, El León, La Esperanza, Cervezas de Santander, Estrella de Galicia, Santa Bárbara, La Zaragozana, Gambrinus y las cerveceras de Bilbao (La Cervecera del Norte, La Vizcaína y La Salve).

Corría el año 1922 y llegaron planes que hoy parecen rocambolescos. “Se propuso, con poco éxito, la creación de una botella única, reutilizable por todos los fabricantes”, explica Moreno. “También se discute por entonces la idea de crear una única gran empresa cervecera en España”, añade.

La Segunda República se había proclamado el 14 de abril de 1931. Dos semanas después, los cerveceros de España se reunieron en Junta General. El portavoz de Santa Bárbara, Julio Fleischner, propuso entonces que todas las fábricas se fusionasen en una sola, para evitar sucias maniobras de algunas de ellas, que tiraban los precios por los suelos para quedarse con el mercado. “No se decidió abundar en semejante idea”, señala José Luis García Ruiz, un investigador de la Universidad Complutense de Madrid que en 2003 también dibujó un meticuloso perfil económico de la cerveza en España durante el siglo XX.

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