Estaba leyendo Sunday Secrets en Post Secret hace poco y una de las tarjetas decía: “mi familia cree que solo compro productos orgánicos… pero a veces solo pego una etiqueta de ‘orgánico’ a los envases”. Me gustó mucho la idea. En estricto sentido, no estaba equivocado al hacer eso – toda la comida es orgánica. Ok, vale, “orgánico” tiene una definición legal específica cuando se habla de productos alimenticios. El tema es que esa definición legal específica está mal. Mal, mal, mal. Mal. Listo, lo dije.
Vemos este tipo de cosas todo el tiempo, especialmente en el etiquetado de alimentos: algunas palabras que son adoptadas y redefinidas para dar la impresión de que un producto es mejor, más seguro o saludable, cuando es poco probable que lo sea. Se usan para dar la impresión de valor añadido, independientemente de si en realidad agregan valor.
“Orgánico”- ¿Qué, exactamente, es comida inorgánica? Bueno, la sal es inorgánica, supongo. Y el agua también. Pero realmente no hay mucho que puedas comer que no contenga compuestos orgánicos.
“Libre de Químicos” – Si tu comida no contiene ningún químico, ¿qué es? ¿Fotones? ¿Materia oscura?
“Natural” – Bueno, ¡eso espero! Comida innatural suena a algo de lo que escribiría H.P. Lovecraft. ¿”El Horror del Sandwich”? ¿”El Brunch de Cthulhu”? O algo así.
Así que ¿qué tal etiquetado de productos que reflejen de manera realista la definición de esas palabras? Bonitas y amigables etiquetas verdes (tienen que ser verdes. Verde significa bueno, ¿no?) con descripciones honestas. Algo así:
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