Puede que estés en la playa o que estés a puntito de hacerlo; quizá hayas leído algunas de las excéntricas propuestas dietéticas que proponen beber agua de mar para conservar y/o recuperar la salud; o es posible que tu espíritu inquieto y de pequeño científico te hayan llevado a preguntarte que, si el agua es tan imprescindible… ¿de dónde demonios la sacan las especies marinas, más en concreto los mamíferos que viven en su medio?
Sea como fuere y sea lo que sea que hayas leído al respecto de obtener/recuperar salud a través de la ingesta de agua de mar no hagas ni repajolero caso, tienes más probabilidades de ponerte malito que de mejorar. Por otro lado, si eres un naufrago que está leyendo estas líneas y estás a la deriva con cientos de millas de agua de mar en todas direcciones, sin una gota de agua potable que llevarte a los labios y, curiosamente, con una conexión a Internet para poder acceder a este post, ni se te ocurra tratar de beber agua de mar para aplacar tu sed. El remedio será peor que la enfermedad, te deshidratarás antes que no bebiéndola y por tanto, antes también, es probable que fallezcas por deshidratación.
Necesitamos agua y necesitamos sal ¿podemos entonces beber agua de mar?
La respuesta ha de ser clara: no. De ninguna de las formas, salvo que queramos tener un problema a corto plazo. El agua de mar es unas tres veces más concentrada en sales que nuestro plasma sanguíneo, una sangre muy similar en su concentración salina a la de todas las especies de mamíferos ya sean marinos, anfibios o terrestres. Así, si se bebe agua de mar se habrá de eliminar este exceso de sal produciendo una orina extremadamente salada (concentrada).
La producción de orina en los riñones requiere de un primer paso de filtración en el glomérulo renal. En este proceso se “microfiltra” todo el plasma sanguíneo, incluyendo el agua y pequeñas moléculas como sales, pero no así las moléculas más grandes, ni tampoco evidentemente las células sanguíneas. A continuación hay que recuperar gran parte de esa agua “microfiltrada” y esta acción se lleva a cabo en el “asa de Henle” un largo túbulo a través del que se reabsorbe el agua. A mayor longitud del “asa de Henle” mayor capacidad tendrá esa especie de recuperar agua y mayor será por tanto la concentración de su orina.
La realidad nos dice que nuestros riñones tienen la capacidad de producir orina con una concentración ligeramente inferior a la del agua de mar, por tanto, si alguien bebe demasiada agua de mar, se desprenderá de más agua al orinar que aquella que bebió con el fin de librarse del exceso de sal.
Así pues, paliar la sed bebiendo aunque sean pequeños sorbos de agua de mar implica dar comienzo a un peligroso círculo vicioso: cuanta más se beba, más deshidratación y por tanto sed se padecerán. Como decía el infernal profesor de lengua de un amigo (@jesusmnavarrol): Segunda sed bebe quien bebe agua salobre.
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