Si no eres un gran fan de la tecnología de los transgénicos, espera a conocer la extrañas prácticas que los científicos y las empresas de semillas mantienen ocultas. Los científicos empapan semillas y tejidos en químicos muy tóxicos o los someten a radiaciones ionizantes para causar daños aleatorios y cambios genéticos. Dañar el ADN de forma aleatoria causa efectos desconocidos que producen nuevas proteínas, lo que lleva a plantas con nuevas características.. La seguridad de estas nuevas variedades no se comprueba ni se evalúa su impacto ambiental. ¡Quieren ponértelas en la cena y alimentar a niños con ellas!
Es más, se ha hecho durante décadas. Sin oposición, sin exigencias de etiquetado, sin protestas, sin temor. Se aceptan en cultivos orgánicos y en la UE. ¡Vamo a hablar de los los cultivos mutados!
Con estos párrafos comienza un estupendo artículo de Kevin M. Folta en “Science 2.0″ denunciando el absurdo doble rasero con el que se miden los cultivos transgénicos y los cultivos mutados.
Nadie se suele preocupar de eso cuando se come un fresón o un pomelo rosado, productos hortofrutícolas que han sido obtenidos sometiendo a la planta original a agentes mutagénicos como la colchicina o los rayos gamma.
Frente a la tecnología de transgénesis, que modifica de 1 a 3 genes perfectamente localizados, los daños aleatorios que los agentes mutagénicos causan no permiten que se conozcan las modificaciones producidas en el ADN de los cultivos mutados lo que hace imposible predecir sus consecuencias en la aparición de alérgenos, toxinas o la variación de su valor nutricional.
Estos cultivos (de los que existen más de 3000 variedades) no pasan por los test de bioseguridad de un transgénico ni se evalúa su impacto ambiental. No convocan manifestaciones de Greenpeace ni los activistas reclaman que se etiqueten por su derecho a saber. Ah, y también se patentan.
¿Debemos echarnos las manos a la cabeza y correr en círculos? No: los cultivos mutados han demostrado que son seguros y llevan en nuestra cesta de la compra desde hace décadas.
Esta situación de doble rasero debe hacernos reflexionar sobre como la opinión pública enfoca el tema de los transgénicos. Aunque se demuestra una y otra vez su seguridad, continúan enfrentándose a prejuicios, miedos y leyendas urbanas.
Fuente: 1/4 DE AMBIENTE
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