J.M. Mulet (Dénia, 1973) es licenciado en química, doctor en biología molecular y profesor de la Universidad Politécnica de Valencia. Rema a contracorriente en el terreno de la divulgación nutricional. Después del libro ´Los productos naturales ¡vaya timo!´, ha escrito ´Comer sin miedo´, que presenta el lunes en el Club de este diario.
–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: “¿Twitter adelgaza?”
–No, salvo que vayas tuiteando mientras corres o haces bici estática. Me divierte mucho tuitear, pero las actividades sedentarias son lo peor para adelgazar.
–Necesitábamos a un valiente para saber que podemos beber leche.
–Sí porque, después de millones de años de beber leche, la moda consiste ahora en calificarla de veneno. En tal caso, la especie humana ya se habría extinguido.
–Sin embargo, los mamíferos adultos no beben leche.
–Tampoco comen bacalao al pil-pil. Los animales no la beben porque no pueden, pruebe a ponerles un cuenco con leche en el zoo.
–¿Cuánto pesa usted?
–Demasiado, noventa y pico largos. Debiera preocuparme más y estoy en ello, pero solo hay que conceder importancia al peso si afecta a la salud, no por estética
–Viva el vino, que diría Rajoy.
–Otros alimentos tienen los mismos beneficios sin catorce grados de alcohol, una sustancia de abuso. Se bebe vino por placer, no por sus ventajas nutricionales.
–Defiende los conservantes ante la ira de internet.
–Ya la había conocido antes, al pronunciarme sobre la agricultura ecológica. Los conservantes se defienden solos, no podríamos vivir sin ellos. Su ausencia produciría más intoxicaciones y alimentos de precios exorbitantes. También obligaría a tirar toneladas de comida.
–Alaba al Big Mac frente a los alimentos ecológicos.
–Cada uno en su contexto. El Big Mac no es el demonio, ni tampoco recomendable a diario. Los alimentos ecológicos son caros, y no todo el mundo se los puede permitir. La gente no sabe qué compra con esta etiqueta. No hay estudios científicos que demuestren que son mejores para la salud o el medio ambiente. Simplemente, tienen un sello concedido por la Unión Europea.
–Usted se atreve incluso con los transgénicos.
–No es un atrevimiento. Todos utilizamos productos transgénicos en medicina, en la ropa y en los billetes de euros. Por hipocresía, los rechazamos en la alimentación, los europeos nos la cogemos con papel de fumar.
–¿Su furia contra Greenpeace se debe a una antigua novia ecologista?
–Se debe a que cuentan mentiras que nos afectan. Por ejemplo, las campañas contra los transgénicos que hacen en Europa pero no en Estados Unidos, y que implica que no cultivemos algodón transgénico pero que lo importemos de Egipto, India o Pakistán. Se perjudica a los agricultores europeos, que no pueden sembrarlo.
–Estábamos en que el agua adelgaza más que las hamburguesas.
–Lo que adelgaza es beber agua y no comerse la hamburguesa. Da igual beberla antes o después, solo funciona si es en vez de.
–¿Es más fácil perder peso o aprender inglés?
–O dejar de fumar, los tres propósitos imposibles de cada principio de año.
–Nunca pensé que le preguntaría a nadie por “la paradoja de la berenjena”.
–La berenjena se pone negra porque tiene antioxidantes, pero el comprador la quiere blanca. Se cultiva y consume sin esas sustancias, y a continuación vamos a la farmacia a comprar pastillas de antioxidantes.
–Supongo que desaconseja los yogures caducados, a diferencia de Cañete.
–Sí, porque hay un problema. Te lo puedes comer y no pasa nada, pero con el mensaje de Cañete te cargas toda la educación de la gente para que consuma productos en buen estado, cumpla con las normas de caducidad y consulte la etiqueta de los alimentos. De quién será la responsabilidad, el día en que alguien se intoxique por seguir ese consejo.
–Se le acusa de pertenecer al ´lobby´ de la industria alimentaria.
–Pues a final de mes no se nota. La industria es muy tacaña, ya me gustaría que se implicase en la investigación. Y también a ella le molesta lo que digo, empeñada en no utilizar conservantes ni colorantes.
–¿Los optimistas viven más tiempo?
–Depende de que un coche les atropelle o no. Hay una influencia de la actitud ante la vida, pero entre tantísimos factores sería uno más, que conviene relativizar. Un optimista fumador y con sobrepeso multiplica sus probabilidades de infarto.
–¿La crisis nos da peor de comer?
–La gente no está para alegrías en la cesta de la compra, pero la base son cereales que todavía resultan bastante asequibles.
–Comer tal vez pero, ¿se puede vivir sin miedo?
–Deberíamos poder, porque los retos son asumibles. Abrimos el correo y se llena de “nos están intoxicando, nos envenenan”. La comida es segura, y vivimos en un país occidental desarrollado. Podríamos estar mejor, pero centrémonos en lo bueno.
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