Esta semana Campofrío ha sido noticia por la conclusión de la OPA lanzada sobre el grupo por la mexicana Sigma y la china WH Group. La compañía Sigma & WH Food Europe (controlada en un 62,37% por la primera y un 37,63% la segunda) se queda con el 98,31% de su capital social. Se abre así una puerta a dos grandes mercados para la firma alimentaria (americano y asiático), al tiempo que se anuncia que no habrá reparto de dividendos en 2014 y 2015 (no lo hay desde 2011) ni reestructuraciones ni desinversiones, en una empresa que ha llevado a cabo en los dos últimos años un plan de racionalización de su estructura que ha supuesto el cierre de cuatro plantas.
Dos millones (de pesetas), uno por socio, fue la inversión inicial que puso en pie la que hoy es la compañía líder en el mercado de elaborados cárnicos, en 1952, en una nave burgalesa que permanecía inactiva. Los pusieron un empresario vasco, Clemente Garay (vendió su parte a comienzos de los 70), y su socio, José Luis Ballvé Goseascoechea, el padre del actual presidente, en un entorno que no estaba para aventuras: faltaba ganado, las importaciones eran una quimera y no había matarifes. De hecho, los ocho empleados iniciales, sin experiencia, apenas consiguieron matar diez cerdos, según se narra en el obituario que ABC publicó tras la muerte del fundador, en 1985. Hubo, claro, que buscar rápido quienes supieran.
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