El uso de la ingeniería genética para desarrollar plantas genéticamente modificadas sigue teniendo bastantes detractores. Algunos de ellos (los menos) son coherentes y, si dicen que NO a esta tecnología, es que NO a toda. Pero otros dicen que NO a los productos alimentarios obtenidos por ingeniería genética, y un SI rotundo a la insulina u otros fármacos (aunque se obtengan por la misma metodología). -No es igual, no se come-, alegan. Pero les parece bien que se inyecte.
Quiero recordar que las aplicaciones de la ingeniería genética en plantas (comestibles) no se limita únicamente a la soja resistente a glifosato o el maíz Bt. Las aplicaciones son muy amplias: resistencia a sequía, salinidad y otros estreses que afectan a los cultivos, resistencia a enfermedades y herbicidas, mayor producción, mejor rendimiento, mejora de las propiedades organolépticas y nutricionales, etc.
El Molecular Pharming, es una de las aplicaciones de esta tecnología. Normalmente implica el uso de plantas (aunque también de animales y otros sistemas) como medio para la producción de compuestos de interés terapéutico o farmacológico, tanto para humanos como animales de granja o domésticos. Estos compuestos pueden ser desde anticuerpos, vacunas, hormonas, proteínas humanas, etc. Aunque ninguna está comercialmente disponible aún, hay muchas en desarrollo y actualmente se encuentran en distintas fases de ensayo clínico. El uso de plantas para expresar proteínas suele ser más práctico, seguro y económico comparado con otros sistemas biológicos. Las plantas permiten la producción a un bajo coste ya que no se requiere el equipamiento tan caro usado para los sistemas microbiológicos.
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