Si hay una disciplina científica que ha revolucionado la investigación y el desarrollo en los últimos años es la nanotecnología. Nanociencias, nanocompuestos, nanofibras, nanoalimentación, nanotubos, nanomateriales, nanoenvases, nanoencapsulación… el término “nano” está de moda. Sin embargo, tal y como les conté en este post, a los ciudadanos de la Unión Europea esto de la nanotecnología les suena a chino… y esto no es una buena señal. Hablemos de nanotecnología.
La nanotecnología está abriendo una nueva revolución industrial porque nos permite cambiar las propiedades intrínsecas de los materiales. La Unión Europea lo tiene claro: la nanotecnología es una de las seis líneas clave que la UE pone sobre la mesa para mantener su competitividad industrial. Uno de sus valores añadidos es que su uso no está restringido a un área concreta y puede ser aplicada a diferentes campos científicos como la física, la química, la medicina, la alimentación, la farmacología, las comunicaciones, la biotecnología, el medioambiente y muchas otras. Eso sí, hay que dejar claro que la nanotecnología no tiene su fundamento en hacer “cosas más pequeñas” sino en hacer “cosas diferentes”. Veamos dónde reside esa diferencia.
Debido a que es un campo de gran interés en el siglo XXI por las continuas alarmas alimenticias, dedicaré un apartado especial a las aplicaciones de la nanotecnología en el área de la seguridad alimentaria.
Para retrasar el deterioro de los alimentos se están investigando nanopartículas orgánicas e inorgánicas, nanoarcillas, nanofibras y otros nanocompuestos de muy diversa índole con capacidades antibacteriana y antifúngica. Entre estas nanopartículas destacan las nanopartículas de plata (utilizadas para inhibir, hasta en un 90 %, el crecimiento de microorganismos en los alimentos); nanopartículas de dióxido de titanio (actúan como agentes antimicrobianos y se utilizan, principalmente, en los sistemas de filtración de frigoríficos y aspiradoras para capturar y eliminar olores); nanopartículas de aluminio (se usan esencialmente en los envases flexibles para alimentos, debido a su propiedad barrera frente a la humedad o frente a gases como el dióxido de carbono o el oxígeno y las nanopartículas de óxido de zinc (se caracterizan por sus propiedades antibacterianas y su estabilidad física, que les confieren una serie de ventajas frente a otros materiales utilizados, puesto que no requieren luz ultravioleta para su activación y no se decoloran con el transcurso del tiempo.
La nanotecnología es muy importante en el envasado de alimentos. Se emplean nanosensores, un tipo de nanodispositivos que están revolucionando el mundo de los envases inteligentes. Este tipo de envases proporcionan información al consumidor acerca de las reacciones que están ocurriendo en el interior del envase y que se traducen en cambios en la calidad del producto. Los envases inteligentes tienen dentro de su estructura una serie de dispositivos de dimensiones nanométricas capaces de detectar rápidamente cualquier cambio en el alimento envasado y trasmitir inmediatamente al consumidor el efecto positivo o negativo de dichos cambios. Les pondré un ejemplo.
Todos nosotros tenemos en nuestras casas algún tipo de latas de conservas. La mayoría de ellas presenta una fecha de consumo preferente bastante larga por lo que no solemos preocuparnos de tener que consumirla a los pocos días de comprarla. Sin embargo, es posible que un día tengamos un pequeño accidente doméstico y la lata sufra un golpe. Muchos de estos golpes provocan daños imperceptibles para el ojo humano pero lo suficientemente importantes para que el envase se deteriore. En ese momento pueden crecer en el interior de la lata peligrosos patógenos para la salud humana como Salmonella spp., Listeria monocytogenes, Escherichia coli, Staphylococcus aureus, Clostridium botulinum, etc. ¿Y qué tiene que ver la nanotecnología en todo esto? Mucho. Si colocamos unnanosensor en el interior del envase puede detectar la presencia de estos microorganismos. Al entrar en contacto con el patógeno las nanopartículas emiten una señal externa de naturaleza fluorescente que llama la atención del consumidor alertándole de forma rápida de que el alimento se encuentra en mal estado. De esta forma se prevén muchas crisis alimentarias.
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