TEORÍAS DE LA ACCIÓN COLECTIVA RACIONAL (2)
1. Mancur Olson: Acción colectiva y elección racional
El primer autor que problematizó la acción colectiva fue Mancur Olson en su influyente libro La lógica de la acción colectiva (1965).
El punto de partida de Olson era considerar la acción colectiva como el resultado de un cálculo racional de costes y beneficios para la gente que invertía recursos en la protección y reclamación de sus intereses.
En la elección racional:
-el actor considera todos los posibles cursos de acción, y, para cada decisión:
-todos los resultados que puede obtener;
-saca un valor de cada resultado;
-multiplica ese valor por la probabilidad de que ese resultado pueda ocurrir;
-suma los productos de valor y probabilidad para obtener la utilidad esperada de cada acción,
-y compara el resultado previsto con el de otras opciones para determinar cuál de ellas es la mejor.
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Para que este cálculo racional sea posible se necesitan tres cosas:
-que el universo de opciones forme parte de los datos disponibles por los actores,
-que las consecuencias derivadas de cada alternativa sean conocidas por los mismos,
-y que cada uno de ellos posea una estructura de preferencias que le permita ordenar el conjunto posible de elecciones y sus consecuencias previsibles.
Pese a las críticas recibidas, lo importante de la teoría de Olson es que rechaza que la acción colectiva sea el resultado de una mera suma de intereses individuales, como daban a entender las teorías del agregado psicológico.
El problema aparece porque muchas de estas acciones en común pretenden obtener BIENES COLECTIVOS (bienes cuyo consumo no puede discriminarse: seguridad, paz, el buen funcionamiento de las instituciones políticas, etc.).
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El disfrute de estos bienes no puede restringirse a quienes se han esforzado en alcanzarlos. Cuando se consiguen estos beneficios, están disponibles para todos los individuos (se hayan esforzado o no por conseguirlos).
El problema de la acción colectiva consiste en lo siguiente:
Cuando el número de beneficiarios potenciales aumenta por encima de una cifra determinada, la participación no resulta conveniente ni racional, ya que la probabilidad de que la propia contribución marque la diferencia entre la obtención y la pérdida del beneficio es e ueña al tiempo que los que se ahorran los costes de la participación acceden al disfrute de los beneficios obtenidos.
Siguiendo este razonamiento Olson distinguía entre la probabilidad de la acción colectiva en función del tamaño del grupo:
-En grupos grandes, el porcentaje de beneficio que correspondería a cada individuo si se lleva a cabo la acción colectiva es, necesariamente una parte pequeña.
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Además, cuanto más grande sea el número de miembros, más elevados serán los costes de organización.
Por eso, cuanto mayor el grupo, más difícil que se lleva a cabo la acción colectiva que permita obtener una cantidad óptima de bien colectivo para que la puedan disfrutar todos los adheridos.
-En grupos pequeños, aunque la deserción de un miembro elevará sensiblemente los costes para los demás, es más difícil la desmovilización porque los que siguen adelante disfrutarán de una fracción tan grande del bien colectivo que aún les merecerá la pena pagar el coste de la movilización.
El problema de la acción colectiva en grupos grandes consiste en que, según Olson, los individuos racionales no participarán SALVO
Que existan INCENTIVOS separados, individuales o selectivos que estimulen a la persona racional a actuar en el grupo.
Esos INCENTIVOS SELECTIVOS (dinero, prestigio, respeto, amistad, poder, u otro objetivos divisibles) deben ser independientes del resultado de la acción y asequibles sólo para aquéllos que se han unido a la organización.
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Por tanto, en grupos grandes y cuando no hay incentivos selectivos disponibles, la posibilidad de la acción colectiva se enfrenta al dilema del free rider o del gorrón: Un individuo racional no participará en la acción colectiva porque podrá disfrutar del bien colectivo generado sin incurrir en los costes de su producción.
El dilema de la acción colectiva estriba en que, en ausencia de incentivos selectivos, si todos los miembros del grupo se comportan racionalmente, el bien colectivo no se generará.
Críticas
Lo más interesante de la aportación de Olson es que convierte en una cuestión relevante el análisis de Ia forma en que se organizan los movimientos para observar si se supera el problema del gorrón.
Algunos autores han criticado el individualismo radical en que se basa su teoría y que reduce la racionalidad a la maximización del beneficio particular de cada individuo.
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Se ha criticado también que esta teoría de la elección racional no se ajusta a la realidad del comportamiento humano: la gente carece en muchas ocasiones de la información, la consistencia moral, la voluntad, el distanciamiento o el poder razonador que necesitaría para elegir la mejor alternativa en términos de sus propias preferencias.
Uno de los críticos más relevantes ha sido Alessandro Pizzorno que llama la atención sobre el contexto de incertidumbre en que tiene lugar la acción colectiva: Para Pizzorno, el individuo no puede comparar sus costes actuales con sus beneficios futuros porque no posee todavía el criterio con que evaluarlos: la identidad colectiva que habrá formado en el desarrollo de la acción.
Pero, precisamente, el objetivo de la acción colectiva es la formación de la propia identidad antes que la maximización del beneficio personal.
Algunas acciones presuntamente irracionales (conflictos, radicalización, adopción de objetivos no realistas) adquieren significado desde el prisma de la formación de la identidad colectiva
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Esta identidad sólo puede alcanzarse mediante la participación en la acción. Se convierte en un incentivo para la acción.
Otra de las críticas importantes a la teoría de Olson ha puesto de manifiesto que el verdadero problema de la acción colectiva no son los free riders, sino la necesaria coordinación de la acción (y los costes de transacción de los bienes).
Es decir, la movilización no dependería tanto de un cálculo económico racional (beneficios/costes), sino de otros factores como:
-la facilidad relativa para movilizarse contra el régimen político establecido;
-los repertorios de acción colectiva que sean capaces de desplegar (tradiciones, "arsenales" estratégicos, ...);
-las redes sociales en que se base su protesta; o
-aspectos coyunturales como el equilibrio de fuerzas entre el gobierno y sus competidores.
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Una obra clave en este sentido es: Russell Hardin (1995): One for all. The logic of group conflict, basada en el análisis de los conflictos de la exYugoslavia, Irlanda del Norte y Ruanda.
Hardin demuestra cómo los individuos pueden elegir racionalmente la identificación con grupos que no reportan beneficios sociales (bienes colectivos), sino que practican el genocidio, el terrorismo o la limpieza étnica.
Para Hardin, en ocasiones no se entiende la militancia en grupos armados por los incentivos personales inmediatos o los bienes colectivos a alcanzar (un terrorista se arriesga a una larga condena y la probabilidad de tener éxito es muy remota).
Existen otros motivos: implicación en una causa, lealtad con los camaradas, imagen de héroe en su comunidad, etc.
Por tanto, de acuerdo con Hardin, la violencia que puede desplegar un grupo es una mezcla racional deseo de avance político y económico, búsqueda de progreso personal y colectivo, y de sobreidentificación con una comunidad específica, que puede derivar en políticas de exclusión marcadamente destructivas.
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2. El estudio de los movimientos sociales
El incremento de la conflictividad social de los años 1960 dio lugar a partir de la década siguiente a la aparición de nuevos programas de investigación que rompieron con el entendimiento del comportamiento colectivo violento como algo anormal y se aproximaron al estudio de la acción colectiva, la protesta y la violencia como un comportamiento deliberado y racional.
Estas investigaciones suelen conocerse como el estudio de los Nuevos Movimientos Sociales (NMS) y engloban perspectivas teóricas muy distintas que, sin embargo, han ido poniendo las bases del estudio contemporáneo de la violencia política.
Las diversas investigaciones sobre los NMS hicieron hincapié en tres factores clave para entender las movilizaciones violentas: la estructura de oportunidades políticas, las estructuras de movilización de recursos y la formación de las identidades culturales v los intereses colectivos.
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A) La estructura de oportunidades políticas
Teoría desarrollada fundamentalmente por Charles Tilly, Sidney Tarrow y Doug McAdam.
Se refiere a las circunstancias de coacción y de facilitamiento que ha de afrontar un movimien o al para conseguir sus objetivos.
Con este concepto se trataba de llamar la atención sobre la importancia del sistema político a la hora de estructurar las oportunidades para la acción colectiva (y también de los entornos sociales básicos como la vecindad, la familia o el lugar de trabajo).
Tarrow definía las oportunidades políticas como las señales "percibidas por los agentes sociales o políticos que les animan o desaniman a utilizar los recursos con los que cuentan para crear movimientos sociales".
La EOP se compone de 4 dimensiones básicas:
-el grado de apertura/clausura del acceso político formal,
-el grado de estabilidad/inestabilidad de las preferencias políticas,
-la disponibilidad y posición estratégica de los potenciales socios o aliados.
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-los conflictos políticos en el seno de las elites.
El concepto de EOP pone el énfasis en los recursos externos al grupo, no en recursos internos como el dinero, el poder o la influencia.
Sin embargo, la EOP es más un producto de la interacción de los movimientos con su entorno que un simple reflejo de los cambios que ocurren en el exterior.
En investigaciones posteriores se ha llamado la atención sobre el problema de la percepción colectiva de las oportunidades políticas. Además de las condiciones objetivas de la EOP, habría que tener en cuenta cómo son percibidas éstas por los movilizados (el prejuicio optimista).
Esta conexión con el interior del propio movimiento social nos lleva al segundo de los factores adelantados.
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B) Las estructuras de movilización de recursos
Se han definido como "aquellos vehículos colectivos, formales e informales, a través de los cuales la gente se moviliza y emprende su acción colectiva". Los autores que lo desarrollaron fueron Mayer Zald y John McCarthy.
Este concepto mira, por tanto, hacia la organización formal del movimiento social.
La preocupación de los teóricos que lo acuñaron era explicar cómo se forma un movimiento, cómo persiste a través del tiempo y cómo se relaciona con su entorno.
Estos autores partían de que el descontento no explicaba suficientemente la emergencia de los movimientos sociales, pero a diferencia de la EOP ponían el acento en las capacidades internas de los movimientos (e incluso señalaban como un requisito necesario para la movilización una cierta prosperidad relativa).
De esta forma, la acción colectiva sería el resultado de factores como los recursos disponibles, la organización de los grupos y las oportunidades para la acción colectiva.
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Los recursos pueden ser:
-internos: los que proceden de los miembros de la organización, como la estructura organizativa (la división del trabajo interna), la estrategia de acción (los repertorios utilizados y las metas que pretenden) y la producción ideológica (las creencias sobre la distribución del poder existente y la deseable).
Estos tres recursos (organización, repertorio e ideología) son influidos por los recursos
-externos: los obtenidos del medio en que la organización realiza sus actividades: capital (recursos materiales), fuerza de trabajo (militantes), etc.
Las teorías más recientes resaltan el papel de los recursos culturales, como las ideas partidas sobre lo que es justo o no.
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C) La formación de las identidades culturales y los intereses colectivos
Este concepto alude a los procesos colectivos de interpretación, atribución y construcción sociales que median entre la oportunidad, la organización y la acción en común. Autores destacados: Alain Touraine y Alberto Melucci.
Para quienes destacan la importancia de este factor, la movilización de los individuos no depende sólo de las disparidades estructurales objetivas, la disponibilidad de recursos, las cualidades organizativas de los líderes, o las oportunidades políticas, sino también de la manera en que se interpretan esas variables.
Por esta razón señalan la importancia de las transformaciones sociales que inciden en los procesos de construcción de identidades colectivas (las formas en que se define la pertenencia a un grupo) que contribuyen a la generación de movimientos sociales.
Así, los agravios alrededor de los cuales se movilizan los actores colectivos, nunca son de naturaleza objetiva. La formación de un actor colectivo precisa la construcción de un "yo" colectivo:
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una identidad que es definida a partir de los recursos culturales disponibles, y que aparece como una elaboración cultural a través de la cual los fines colectivos específicos obtienen significado.
En definitiva, aunque estos tres factores nacieron de teorías distintas para interpretar los movimientos sociales, oportunidad política, estructuras de organización y movilización, y marcos identitarios son tres factores interactivos e interdependientes.
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3. Tilly y la evolución histórica de la acción colectiva
Una aplicación de la interacción entre los tres tipos de factores mencionados es la que ha llevado a cabo Charles Tilly en sus análisis de la evolución de las formas de acción colectiva contenciosa en los últimos siglos en los países occidentales.
El punto de partida de Tilly es que los repertorios de protesta dependen, entre otros factores, de:
-las costumbres y rutinas diarias de la gente;
-la organización interna de la población;
-su concepción del derecho y la justicia;
-la experiencia previa acumulada en anteriores acciones colectivas y
-de las prácticas de represión más habituales.
Por tanto, la evolución de un repertorio de protesta se debe:
-tanto a los cambios estructurales de las sociedades en que se desenvuelve
-como a la búsqueda de nuevas formas de acción de aquéllos que lo usan, de acuerdo con la aparición de nuevos intereses, organización u oportunidades políticas.
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Los cambios en los repertorios de protesta vienen impulsados, pues, por grandes transformaciones históricas. En el pasado reciente de los países occidentales, tales cambios han estado asociados a:
-los cambios en las funciones y estructura del Estado moderno y
-el desarrollo del capitalismo a escala mundial.
De acuerdo con Tilly, el paso del siglo XVIII al XIX trajo consigo una profunda transformación (paulatina) de los repertorios de protesta: se ha pasado de un repertorio tradicional aun repertorio moderno de acción colectiva.
A) El repertorio tradicional de la protesta
Desde 1600 a 1850 mercados internacionales y Estados van incrementando su control sobre los recursos de innumerables organizaciones de pequeña escala (familias, comunidades, hermandades, gremios, etc.), que reaccionan violentamente contra los impuestos, el reclutamiento, la consolidación de la propiedad capitalista y otras amenazas contra su supervivencia.
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Hasta el siglo XVIII prevalecen las formas antiguas de protesta (acción colectiva basada en formas orgánicas de solidaridad comunitaria: campesinos y artesanos), caracterizadas por su carácter reactivo y violento y protagonizadas por personas y organizaciones que estaban perdiendo sus posiciones colectivas dentro del sistema de poder.
Se trataba de un repertorio viejo, rígido, parroquial (intereses e interacción se concentraban en una comunidad simple), localista (la acción se orientaba a objetivos y salidas locales antes que a preocupaciones nacionales), particular (las rutinas de acción variaban mucho en función de cada grupo y/o localidad), patronizado (se dirigía a conseguir la protección de un líder o autoridad local), etc.
B) El repertorio moderno de protesta
Desde mediados del XIX, la emergencia del capitalismo industrialista transformaría las identidades e intereses de los principales contendientes por el poder y su forma de acción colectiva.