Actualmente nos vemos inmersos en una corriente fortísima de información. Desde tiempos de la Ilustración, el flujo de información que recibe la sociedad ha ido aumentando exponencialmente, llegando al punto álgido con Internet y las nuevas tecnologías. Lo que resulta difícil hoy en día no es acceder a la información, si no que esta información sea honesta, objetiva y ausente de intereses ocultos. De hecho podríamos decir que nuestra sociedad sufre de sobredosis informativa.
Realmente hoy día, el auténtico trabajo reside en cribar lo que se lee, conocer las fuentes e investigar los inversores/lobbies implicados en esta información. Siempre hay alguien que mueve los hilos, y es importante saber quien es el titiritero.
Hacia una teoría de la duda
En este contexto dudar emerge como un arma de doble filo, salvadora y amenazante a la vez .Por un lado la duda como autoindulgencia, que conlleva la actitud y conducta de no responsabilizarse de las consecuencias de aquello de lo que se duda. O la incertidumbre sistemática (de la que hablábamos en el anterior post), que también conlleva cierto distanciamiento que no conduce a nada. Dice Feynmann: “Es responsabilidad nuestra como científicos, sabedores del gran progreso que emana de una satisfactoria filosofía de la ignorancia, del gran progreso que es fruto de la libertad de pensamiento, proclamar el valor de esta libertad; enseñar que la duda no ha de ser temida, sino bienvenida y discutida, y exigir esta libertad como deber nuestro hacia todas las generaciones venideras.”
Y es que, cómo reza la máxima cartesiana, la duda es útil como motor de conocimiento. Y la incertidumbre genera libertad cuando es seguida por acciones para manejarla y afrontarla, y no cuando es esclava del miedo, o la pasividad. Y cuando lo que existe es comprobación, por favor, no lo llamemos desconfianza, propongo llamarlo inteligencia. En otras palabras la duda está ligada a la acción. Porque la duda tiene vocación de medio, no de fin. Por eso en un mundo inmerso en la infoxicación, la duda que, tiende a ser sistemática, debe estar ligada a la búsqueda de la verdad e insistencia en la misma. Lo que Mohandas Gandhi llamaba Sattyagraha.
Así la peor forma de afrontar las oleadas de incertidumbre que nos arrojan los océanos de información, es la resignación. Una nave sometida a los embites caprichosos de la incertidumbre acabará perdida. Está bien saber que no se sabe nada, pero mejor es aún trabajar para cambiarlo, aunque sepamos que no se consiga. Ahí reside el encanto, la duda como motor del conocimiento, de cambio, no como complacencia de la comodidad, como una excusa para permanecer pasivos. Sé que es difícil, consume mucho tiempo y agota, pero ahora más que nunca se hace preciso involucrarse. Si Shakespeare calificó a la resignación como un suicidio, ahora esa misma resignación se ha convertido en una suicidio colectivo . La comprobación de las afirmaciones se hace hoy más necesaria que nunca. Ya lo dijo Buddha, y es premisa del método científico: no creas lo que te digo, compruébalo tu mismo.
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