Que el internet sea un lugar útil o peligroso para obtener información de salud no es una pregunta nueva. La sobrecarga de información, fuentes sesgadas, jerga complicada, recomendaciones contradictorias e historias que siempre parecen invocar escenarios de pesadilla son razones bien conocidas para preocuparse de buscar síntomas en buscadores como por ejemplo Google.
Sin embargo, no hay duda de que los pacientes habitualmente se benefician de buscar en internet antes de visitar al médico. Hace poco un paciente que llegó a la sala de urgencias con un extraño sarpullido. Llegó con impresiones a color que identificaron correctamente su condición. No sólo estaba correcto en su auto-diagnóstico, sino que ademas no estoy seguro de que habría considerado dicho diagnóstico correcto tan rápido si no hubiera traído las fotos (era una condición común con una presentación atípica). Muchos proveedores de salud han experimentado situaciones similares.
El ciudadano promedio tiene mucho más información sobre salud a su alcance (tanto creíble y charlatanería tipo magufoterapias) que todas las bibliotecas médicas juntas. Así que la verdadera pregunta es, ¿Qué se puede hacer los profesionales de salud para traducir este fenómeno en una mejor salud para sus pacientes y el público?
En primer lugar, pueden adoptarse estrategias en la educación y prestación de servicios de salud que promuevan el proceso de autoeducación del paciente. La toma de decisiones clínicas compartidas es ahora un modelo muy influyente para el cuidado del paciente que esta siendo promovido por los investigadores, los educadores y el gobierno federal como una forma de lograr que los pacientes se asocien con sus médicos para tomar un papel mas activo en la toma de decisiones sobre el cuidado de su salud.
En segundo lugar, los médicos pueden guiar a sus pacientes a sitios de internet que presentan exclusivamente información actualizada, revisada y basada en la evidencia médica. Hay muchos ejemplos de sitios web tanto públicos como privados que cumplen con estos criterios.
Por último, los médicos y las enfermeras van a tener que desterrar la idea de que internet hace más difícil la atención al paciente. La mojigatería que viene con “el ojo estirado del internista” y la etiqueta de “Ciberhipocondria” puede ser un ejemplo extremo, pero aún así es un problema si los médicos continúan caminando por la sala de examen con la creencia de que los pacientes siempre deben ser desengañados de la información errónea y sensacionalista que eligieron mientras buscaban en internet.
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