Un buen día, te levantas, le das al botón de tu iMac y descubres que no arranca. Sólo ves una espartana pantalla con una manzana mordida en el centro. Afortunadamente, hace tiempo instalaste Linux también y Linux sí funciona (he de decir en este punto que este iMac ejecuta Linux el 99,9% del tiempo).
Tras buscar un poco en Internet y encontrar maravillosas combinaciones de teclas, consigues que en lugar de la manzana te salga algo parecido a una consola y, entonces, descubres que el disco duro está dando problemas y que hay una zona de sectores defectuosos que afectan a la partición del Mac OS X.
«Bien», te dices, «voy a ver cómo se cambia el disco duro de estos bichos». Buscas de nuevo y aparecen unos maravillosos vídeos que te explican cómo hacerlo, y ves que necesitas unas ventosas para empezar y después ir eliminado diversos componentes hasta llegar al disco duro. «Pufff, ¡qué pereza!», piensas mientras los ves.
Ante esa lacra de la sociedad que llamas «falta de tiempo», comienzas a buscar algún servicio técnico que te pueda solucionar el problema. El primer presupuesto que te pasan es de ¡420 euros + IVA! por cambiar el disco duro defectuoso por otro idéntico. Sin salir de tu asombro, buscas otra opción y te ofrecen cambiártelo por unos 180 euros, mano de obra incluida. «Bueno, no está mal», murmullas con alivio.
Sin embargo, cuando parece que has encontrado la solución, te das cuenta de que el disco duro lleva un sensor de temperatura interno que el Mac OS X utiliza para controlar la velocidad de los ventiladores, por lo que no vale cualquier disco duro. Si no conectas el sensor, los ventiladores funcionarán a toda potencia y te dejarán la cabeza como un bombo. Le comentas lo del sensor a la chica de la tienda por correo y le preguntas cuándo puedes ir a hacer la reparación y…. la respuesta nunca llega. «¿Es posible que no supieran lo del sensor de temperatura?», te preguntas intentando encontrar una explicación a tu triste desamparo.
Harto ya un poco de dar tantas vueltas, al final decides solucionar tú mismo el problema. Ya que los sectores defectuosos están a 1GB desde el principio del disco, creas una partición vacía de 100 GB (ya que el OSX no te permite hacerla más pequeña) y saltas así los sectores defectuosos. A continuación, creas una nueva partición para el OSX y restauras desde la última copia que hiciste con el Time Machine. Tras esperar ¡7 horas en restaurar unos 90 GB!, tienes de nuevo tu iMac funcionando, tanto con OSX, como con Linux (cuyas particiones no has tocado y, por tanto, no has tenido que restaurar).
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